Visibilizando lo invisible
De los 70.000 pensamientos diarios que tiene una persona, un buen número de ellos derivan de estímulos digitales, ya que un 55 % de la población mundial (unos 4.208 millones de personas) tiene acceso a Internet. Y la cifra no para de aumentar.
Cualquier actividad digital, por inofensiva que parezca, tiene un impacto medioambiental directo: según afirmaba Mike Berners-Lee en su libro How Bad are Bananas: The Carbon Footprint of Everything, el simple hecho de enviar un e-mail poco pesado, sin archivos adjuntos, genera 4g de dióxido de carbono (Co2). ¿Y cuánto creéis que produce una persona de media al año sólo enviando e-mails? Pues 136 kg de Co2.
Además de impactar en el medio ambiente, nuestra actividad digital también ocupa espacio. Todos los datos que manejamos y movemos necesitan almacenarse en algún sitio físico, que además requiere de gran cantidad energía para funcionar, como por ejemplo los data centers. Podemos decir que casi se han convertido en los colonizadores del s. XXI: si los colocáramos juntos, en 2020 llegarían a ocupar unos 45,6 millones de m2, una superficie aproximada a la de un país como Holanda. Imaginemos la cantidad de energía que este nuevo ‘país digital’ requeriría.
Digital anxiety: la nueva enfermedad digital
La parte medioambiental no lo es todo. Con los millones de clic, emails, búsquedas, publicaciones en redes sociales que nos rodean, sufrimos un auténtico bombardeo informativo.
Este hecho ha moldeado nuestro cerebro hacia un modelo mental multitarea (multitasking mindset) que nos permite almacenar y manejar semejante cantidad de información. Este modelo, basado en la sobre estimulación, hace que pensemos y nos focalicemos en múltiples tareas de forma simultánea.
Nuestro cerebro se ha convertido en un auténtico data center a marchas forzosas. Sin embargo, no tiene la capacidad de crecer y absorber cada vez más cantidad de información. Para protegerse a sí mismo, el cerebro elimina excedentes de información de forma aleatoria. Seguro que varias veces os habéis olvidado de cosas importantes, como fechas de cumpleaños o contraseñas.
Todo esto conduce a que muchos de nosotros suframos lo que se conoce como ansiedad digital. Según un estudio de Harrison y Lucassen, de Open University, se trata de un fenómeno que produce distracción permanente, desórdenes del sueño, solapamiento entre la vida laboral y personal, F.O.M.O (fear of missing o el miedo a perderse cosas) y un afán constante por compararnos con otras personas.
¿Cómo revertir la situación?
Con este panorama, reconducir la tendencia de consumo digital hacia un modelo responsable es el único camino.
Pero, ¿por dónde empezamos? El primer paso es focalizarnos en una cosa, y sólo una cosa. Por centrarnos sólo en aquello que de verdad nos importa, en la información necesaria y en los datos que nos aportan valor. Calidad en lugar de cantidad debe ser la filosofía que apliquemos en todos los ámbitos de nuestra vida. Practiquemos mindfulness digital.
Podemos hacer multitud de acciones en nuestro día a día para revertir nuestro comportamiento digital. Como por ejemplo, abogar por la economía de los datos (EcoData), optimizando el uso de la información que nos llega; reduciendo nuestra actividad en Internet, consultando y distribuyendo sólo los datos que de verdad importan; deshaciéndonos de todo aquello que no. Nosotros somos nuestro único filtro.
El diseño como catalizador de cambios
En este escenario, el diseño tiene un papel clave. Desde mediados del S.XIX se ha erigido como motor de los principales cambios sociales y políticos. Por tanto, como ha venido haciendo históricamente, tiene la llave para activar este nuevo cambio.
Las causas han ido evolucionando. Desde la deshumanización del trabajador, la justicia social y el pacifismo, hasta que a principios de los años 90 comenzó a cobrar fuerza la reivindicación por un diseño sostenible y el freno del deterioro medioambiental.
Figuras públicas influyentes en mundo del diseño, como John Thackara, ya alertaban hace 20 años de que ‘el 80% del impacto medioambiental de los productos, servicios e infraestructuras que nos rodean se determina en la etapa de diseño’.
Por tanto, como diseñadores digitales tenemos la responsabilidad y la capacidad para liderar el cambio. Para ello, proponemos:
5 tips de diseño para conseguir un consumo digital responsable
- Concienciar sobre el impacto del modelo de consumo digital y abogar por una experiencia de usuario responsable, que le ayude a reducir la ansiedad digital.
- Pensar en circular, basando el diseño en un sistema de reciclaje de ideas, diseños y productos, ayudado a disminuir la sobre estimulación.
- Centrarse en la experiencia de usuario, reduciendo al mínimo el esfuerzo mental y digital para realizar tareas.
- Ser responsable, potenciando la economía de los datos y el uso de energías renovables en las data centers que contratamos.
- Innovar, incorporando la tecnología y la inteligencia artificial para ser más eficientes en nuestros diseños.
¿Y qué podemos hacer como usuarios?
Con todas estas herramientas a nuestro alcance, ahora sólo queda ponernos manos a la obra y comenzar a promover el cambio. Comencemos desde ya siendo más responsables a la hora de gestionar nuestras acciones digitales: borrando esa foto que no nos gusta, no enviando ese adjunto que pesa tanto, eliminando nuestra suscripción a esa newsletter que nunca miramos, contratando servicios cloud ecológicos, haciendo limpieza de aplicaciones que no utilizamos…
El futuro está en nuestras manos. Moveremos el mundo diseñando para recordar, diseñando para cambiar.