Estamos frente a una transformación que impacta a toda la organización como sistema unificado y, como tal, es necesario que las compañías avancen en los diferentes campos y áreas de forma transversal para conseguir beneficios de ello.
Teniendo en cuenta este planteamiento de partida, el foco de las empresas no puede reducirse a una transformación de su estructura organizativa y de la de sus redes de colaboración internas, sino que debe dar un paso más allá. La actividad laboral debe concebirse a partir de ahora como un ente flexible y no ligada de forma irremediable a un espacio físico concreto. Esta concepción líquida de la oficina sería difícil de entender si no está vinculada a una transformación digital global que implique un cambio cultural y de concepto. La automatización o robotización de procesos (RPA), la incorporación de tecnología para la gestión de los espacios (IoT), las infraestructuras en la nube o la ciberseguridad son algunos de los elementos tecnológicos transformadores que van a ir abriéndose paso en la nueva normalidad digital de las corporaciones.
Las personas, el eje de transformación
En este marco, el pilar más importante dentro de esta nueva evolución digital va a ser la persona que debe estar en el centro de toda estrategia y planificación organizativa de las compañías. Tras los distintos procesos de adaptación al teletrabajo y la aceleración que hemos vivido en esta última fase, el empleado ha adoptado un perfil de trabajador digital, convirtiéndose en un elemento diferencial y en el motor que ha dado impulso a la puesta en marcha de la economía. Se trata de un nuevo perfil de empleado que se caracteriza por haber adquirido nuevas habilidades, haber transformado sus comportamientos y hábitos y ser más colaborativo, adaptativo, auto gestionable e independiente; un trabajador que busca compartir experiencias y que está abierto al uso de las nuevas tecnologías que le permitan cooperar, comunicarse y relacionarse.
La visión del empleado es hoy el eje fundamental para toda acción que se quiera llevar a cabo. Por ello, la necesaria e inevitable transformación de las empresas se debe construir desde el punto de vista de las personas, teniendo en cuenta sus emociones como punto de partida y considerando todos los ámbitos de actuación posibles. Es fundamental, por tanto, que nos preguntemos qué necesitan las personas que forman parte de mi empresa, por qué situación familiar han pasado, cuáles son sus principales preocupaciones, cuáles son sus aspiraciones o qué tipo de ayuda pueden necesitar de la compañía.
La colaboración y el diálogo como parte del cambio
En definitiva, para completar el proceso de transformación, se antoja clave definir el denominado employee experience para que sea una parte fundamental de este proceso, y permita establecer los pilares clave de la nueva experiencia que queremos ofrecer en nuestra compañía contando para ello con la co-creación y participación del empleado en todo el recorrido.
La habilitación de los canales, soportes y plataformas necesarias para asegurar el éxito de la iniciativa será un elemento imprescindible y facilitador, a lo que habrá que sumar la definición de un roadmap de actuación con planes de acción a muy corto, corto o medio plazo, que tenga un impacto directo sobre la experiencia del empleado. Por último, será necesario medir el retorno de estas iniciativas, analizando los riesgos y poniendo en marcha medidas correctoras, si fuera necesario.
Una orquesta sinfónica que para estar administrada y dirigida podría recurrir a la creación de una oficina de transformación compuesta por un equipo multidisciplinar que ejerza de catalizador para conectar la transformación digital de la compañía con la experiencia del empleado, convirtiéndose este en un activo fundamental para la misma. Esta oficina de transformación deberá tener una función transversal y una relación y contacto directo con los departamentos necesarios para este proceso: Recursos Humanos, Comunicación, TI, Operaciones o Facilities.
Solo de esta forma avanzaremos hacia los nuevos modelos de organización que exigen los tiempos, y que implican modelos de desarrollo de negocio en las compañías que sean más ágiles y colaborativos, menos jerárquicos y con estructuras más abiertas para permitir que la experiencia del empleado esté en el centro de las decisiones.