En las últimas semanas, el debate sobre la precisión del modelo GPT-5 de OpenAI ha vuelto a encender las conversaciones sobre IA. Algunas voces cuestionan si supone un salto disruptivo o si su impacto se está sobredimensionando. Un reflejo preciso de lo que ocurre con todo el mercado: cuando el entusiasmo es excesivo, el riesgo de decepción se multiplica.
En los últimos dos años, GenAI ha exhibido uno de los ciclos de expectativas más exacerbados de la historia tecnológica. Su capacidad de transformar la creación de contenido, la productividad y hasta los modelos de negocio parecía no tener techo. Y, a diferencia de otras innovaciones, apenas hubo tiempo para atravesar el famoso “valle de la desilusión” del HypeCycle de Gartner. Antes de que la ola bajara, llegó otra mayor: la de los agentes de IA.
Hoy, prácticamente todo lo que se lanza al mercado se etiqueta como “agentic”. Tanto grandes fabricantes tecnológicos como jugadores emergentes han duplicado la apuesta. Si GenAI prometía revolucionar la manera en que trabajamos, los agentes de IA ofrecen algo más ambicioso: repensar cómo operan las empresas en su conjunto. Por qué limitarnos a automatizar los procesos actuales si podemos transformar por completo las cadenas de valor.
Ajuste, realismo y consolidación
Sin haber recorrido la curva de maduración de GenAI, con sus aprendizajes, fracasos y éxitos reales, se nos propone una segunda montaña rusa aún más empinada. Pero la experiencia nos dice que ninguna tecnología alcanza su verdadero impacto sin antes pasar por fases de ajuste, realismo y consolidación. El riesgo es evidente: la oleada de desconfianza podría asomar ante la primera decepción, lo que implicaría reducir presupuestos y frenar iniciativas estratégicas en el momento en que más se necesita construir capacidades internas.
Por eso, conviene separar la espuma del mercado de la corriente de fondo. El potencial de la Agentic AI es real. Tal vez su impacto no llegue tan rápido como algunos afirman y debamos atravesar una etapa de corrección en los próximos meses, pero el rumbo está marcado. En términos de diseño procesos de negocio, operación de cadenas de valor globales y construcción de activos digitales para diferenciarnos frente a clientes y competidores, los agentes inteligentes producirán una transformación real.
Los casos de uso concretos para pasar del plano teórico al operativo son cada vez más. Pensemos por ejemplo, en agentes capaces de coordinar sistemas heterogéneos para ejecutar tareas administrativas complejas de extremo a extremo en operaciones de back office. O en agentes de atención al cliente que más allá de responder consultas pueden tomar decisiones, escalar incidencias y personalizar interacciones en tiempo real. O en algunos dedicados a la cadena de suministro que anticipen interrupciones logísticas, negocien con proveedores y recomienden acciones correctivas.
Cada uno de estos casos ilustra que no son “chatbots avanzados”, sino una capa de inteligencia operativa que cambia la dinámica de valor dentro de las organizaciones.
El futuro es agentic
Aunque aparezcan voces negativas o críticas, la recomendación para las grandes empresas es clara: hay que seguir invirtiendo. Agentic AI es una metamorfosis tecnológica y empresarial sin retorno. Es esencial dejar de perseguir promesas abstractas y focalizarse en casos de uso específicos con impacto de negocio tangible, siempre bajo un marco sólido de gobierno de los agentes.
Esto incluye calidad y gestión de los datos (RAG, embeddings, chunking, context management), diseño de guardarraíles, políticas de seguridad para controlar su autonomía sin perder confiabilidad ni cumplimiento normativo y mecanismos de supervisión humana en los bucles de decisión estratégicos.
El futuro será agentic, pero no se construirá a golpe de hype, sino con visión estratégica, disciplina y una gobernanza robusta.
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